martes, 20 de enero de 2009

Belleza convertida en caos


La palabra gimnasio proviene de la raíz griega gimnus, que significa desnudo. Para los griegos, el gimnasium era un recinto donde a través de simples pero arduas disciplinas, se cultivaba el cuerpo y todo lo producido por él. La lógica de los griegos era: para poder formar el físico y la mente, había que despojarse de todo lo pudiera impedir el proceso. Es por ello que a los gimnasios se acudía sin prenda alguna, con la mente y oídos atentos al instructor.

Los romanos, algo astutos, copiaron las grandes costumbres griegas siendo una cultura de mucha producción.

Con la llegada del cristianismo y la absurda idea del rechazo al cuerpo, la Europa cayó en un oscurantismo mental y por ende, un desinterés al culto por el físico: fue la época en que las pestes arrasaron miles de la aldeas y la ineptitud de la medicina llegó al punto máximo.

No fue hasta a mediados del siglo XV, que en Italia un pensamiento humanístico apareció como luz en las tinieblas de una Europa medieval. El Renacimiento (palabra derivada de la voz italiana rinascita, que significa renacido) fue el movimiento que engrandeció al hombre, su belleza y su capacidad. Era el momento en que, por primera vez, la Iglesia dejó por un corto plazo toda su patanería y bajó con humildad hacia la gente. Fue la época en que se creía que a dios se lo encontraba en el cuerpo y por ende, había que cuidarlo y cultivarlo; de ahí que los arquitectos renacentistas recuperaron el concepto de simplicidad en los templos.

Fue el momento en que la naturaleza humana redescubrió sus capacidades y creó de su entorno un constante gimnasio donde la belleza y las ideas eran parte de su existir. Nunca más, el hombre volvió a explorarse a sí mismo en semejante magnitud y sobre todo, con el simple propósito de embellecerse.

Tras siglos de olvido, el ser humano volvió rescatar una última vez y de manera extraña, la tendencia a la perfección del ser. En la Alemania del ochocientos, Friedrich Jahn creó el primer gimnasio de la Edad Contemporanea con el mismo concepto que manejamos en la actualidad.

La idea de Jahn era exaltar mediante la gimnasia el siempre fanático amor patrio. De ahí que, en los próximos años, la tendencia por esculpir el cuerpo y mostrar atractivas figuras iba de la mano con los adormecedores vaoleres patrióticos de las grandes naciones.

En la actualidad, wl gimnasio es una de las más lucrativas empresas que se dedica a garantizar la mejoría del cuerpo. A través de pesas, fajas para caminar, tablas para hacer abdominales, bicicletas de miles de estilos y métodos de ejercitación, los gimnastas dedican, en promedio, dos a cuatro horas diarias en el lento y silencioso esculpido corporal.

A principio de siglo, la idea de esculpir el cuerpo era sólo de unos cuantos varones vanguardistas. El rechazo corporal se había alojado tan bien en la idiosincrasia colectiva, que ¿para qué perfeccionar algo que nunca va a mostra

Sin embargo, con el pasar de los años, y debido al bombardeo de estereotipos lanzados por el cine y la publicidad, millones de hombres se animaron a dedicar horas en fortalecer sus abdómenes e inflar sus bíceps. Para los años setenta y gracias a la revuelta feminista , las mujeres, de manera súbita y progresiva, se integraron a disciplinas deportivas y por ende a los gimnasios, como prueba de que humanos de ambos sexos gozan de la misma capacidad.

En Trujillo, ir al gimnasio es sinónimo de gozar de una buena condición económica, ya que, en las sociedades del tercer mundo, dedicarse a mejorar la mente y el cuerpo es todo un lujo. Allí, se puede encontrar personajes que, seguramente, Platón y Michelangelo si renacieran, habrían muerto nuevamente, debido impresión. Los ejercicios gimnastas dejaron de ser un complemento de las disciplinas deportivas y se han convertido en un acto casi vital.

Los rituales para ejercitarse varía, según la condición social, sexo y edad del o la gimnasta. Algunas, treinta y cinco minutos previos al calentamientos, se dedican a conversar acerca de la vida social de la amiga que ese día faltó –también la lengua es un músculo – y si antes, se vivía una competencia por mejores resultados de su cuerpo, ahora la guerra silenciosa depende del bolsillo: zapatillas de trescientos dólares, bolsos de cincuenta dólares, shors de veinte dólares, rehidratante de tres dólares, porque claro, aquí se juntan eruditos y humanistas.

En la actualidad, el gimnasio se ha convertido en el culpable de la monotonía y el sedentarismo, debido al exceso de máquinas que garantizan nuestra comodidad al volvernos haraganes por no hacer nuestro trabajo. Si una vez, teníamos la costumbre de largas bicicletadas por las afueras de la ciudad, hoy estamos condenados a la ridiculez de correr 35 minutos sobre una faja y montar bicicleta viendo el mismo paisaje, aislándonos de nuestro entorno y cayendo en una alarmante actitud de extrema individualidad.

El gimnasio, por ende, dejó de ser hace mucho, lo que solía ser, pues los hombres hemos ido abandonando, poco a poco, la humildad. Hemos alienado nuestra actitud de mejorar nuestro cuerpo, debido a que nos hemos alienado como individuos y como nación. En la actualidad, el gimnasta, logra el cuerpo que la publicidad lo hace creer que es perfecto, al alienar su condición humana inyectándose hormonas que causan atroces resultados. Nos sentimos deportistas, por hacer veinte minutos de seudoejercisios y creemos que vestirnos en shors y lonetas nos hace diferentes, cuando sólo logramos vernos ridículos. Nos hemos vuelto una sociedad adicta al concepto de salud –consume light, energizantes y adelgazantes, a costa de los preservantes, colorantes y químicos adicionales –a costa de nuestra propia sanidad –hacemos muy bien cuando moneamos a nuestros vecinos del norte –.

Si una vez la ciencia, el arte y la tecnología, estaban vinculados mutuamente, era porque en la mente y el cuerpo había una fuerte conexión. Tal vez, el resultado de ver tantos cuerpos bonitos y mentes vacías o de encontrar músculos perfectos a costa de químicos y cirugías, sea porque tenemos el cerebro excesivamente flácido. Si en algún momento de nuestro presente, nos dedicáramos a construir gimnasius que fortalezcan este músculo, podría existir una remota esperanza de que el hombre se sumerja, una vez más, en una aventura de autoexploración.

1 comentario:

Ely dijo...

Es verdad, como hay gente que solo se preocupa por su exterior y termina matandose, cuando aqui lo que mas importa -aunque no parezca- es lo interior, me gusto muchisimo, muy cierto.
Un abrazo.