domingo, 15 de junio de 2008

Cyborgs Criollos

Dédalo se puso a trabajar y fabricó sus alas. Entrelazó las plumas, desde las más pequeñas hasta las más extensas. Con sogas y cera unió su novedoso artefacto. Terminado el invento, batió alas y se elevó en los aires. Luego de asegurarse del buen estado de su creación, bajó, equipó a su pequeño hijo, Ícaro, y le enseñó a volar advirtiéndolo de dos cosas: no hacerlo demasiado alto, pues el calor del sol derretiría sus alas, ni demasiado bajo, porque las aguas del mar atrofiarían el invento. En aquel momento, padre e hijo se lanzaron a volar.

Cruzaron de Lebintos a Delos
y entonces, Ícaro, emocionado, ascendió como si quisiera superar el infinito. El ardiente y despiadado Sol ablandó la cera de sus alas y las despegó. El joven, invadido por el pánico, intentó flotar con sus brazos. La escasa cobertura no pudo sostenerlo y precipitadamente cayó al mar. Dédalo lloró su pérdida y maldijo la ciencia que lo había permitido crear aquel mortífero artilugio.…Desde épocas remotas el hombre se ha enfrentado a diversos infortunios reduciéndolo a la condición de una criatura minúscula e impotente. No obstante, siempre astuto, se las ha arreglado para implementar y repotenciar su cuerpo. Para ello, se ha valido de adminículos externos, como las prótesis, gracias a los cuales ha incrementado y transformado a veces de modo irreconocible su apariencia o sus órganos internos.

En Trujillo, en la sexta cuadra de Bolognesi, se encuentra el único centro de prótesis. En un lugar signado con el supersticioso número 666, la distribuidora DESERT vende productos de diversos diseños. Su taller está ubicado al lado, al fondo de una cochera. Cruzando varios diminutos centros de salud, a la mano derecha y de manera casi camuflada, se encuentra el taller del señor Juan Carlos Salcedo. Este hombre, experto en su oficio desde hace una década, conoce perfectamente los artefactos que elabora, el proceso de adaptación en los pacientes y las características particulares que demandan cada una de ellos.

Las prótesis de ahora –cuenta –son de plástico para que resulten más livianas. Antiguamente se hacían de fibra de vidrio y eran incómodas para el cliente. Ahora esta industria o tecnología, ha avanzado a tales pasos, que es posible encontrar incluso manos mecánicas y otras prótesis sofisticadas que ayudan considerablemente en el día a día al paciente. Para las piernas –comenta –es otro proceso. Según el estado y características orgánicas del paciente se crea la prótesis. Si se trata de un diabético, la presión que ésta deberá ejercer será mínima. Pero si el paciente perdió el miembro en un accidente, la presión será más bien un medio de equilibrio. Con masajes y terapias, el muslo restante se reduce para encajar perfectamente en el orificio, se prepara además los riñones y se trabaja minuciosamente el equilibrio para una buena coordinación.

Juan Carlos Gálvez tiene 32 años, es una especie de cyborg criollo. Por cosas de la vida, perdió su mano izquierda hace un par de meses. José Augusto, con quien comparte el horario de rehabilitación, es un hombre de 52 que extraña mucho los chocolates, sobre todo los que vienen rellenos con pasas borrachas. Debido a la diabetes, tuvo que cancelar su edulcorado vicio y asumir una nueva labor: aprender a caminar sin una pierna. Ambos se reúnen un día sí y otro no en el pabellón A del hospital Belén. Las enfermeras refieren que en este pabellón se ubica a los discapacitados que buscan asumir una nueva situación. En el periodo de seis meses y debido al constante apoyo psicológico y terapéutico, afirman que la persona que perdió un miembro se encuentra lista para usar una prótesis.

Juan Carlos, un hombre callado y de respuestas cortas, refiere que ya le tomaron la medida de su muñeca para que encaje en ella el “remedo” de su mano anterior. “Ahora estoy usando un guante similar a mi prótesis. Debo acostumbrarme a su peso y a la idea de contar con algo que no es mío”, asegura. Sus ojos, pequeños y oscuros, revelan lo duro de la situación desesperada que le ha tocado vivir. Lleva dos meses aprendiendo a usar su prótesis de la misma forma que viene educando su mente y sus sentimientos para adecuarse a su nueva realidad.
El señor José Augusto, según cuentan las enfermeras, se ha dejado el bigote. De frases graciosas y voluntarioso, con el pasar del tiempo ha aprendido a manejarse muy bien con una prótesis en la pierna izquierda, que perdió a raíz de un shock diabético. Para don Pepe, el uso de la prótesis fue algo complejo, ya que tuvo que aprender a pararse, equilibrarse y dar pasos con un objeto ajeno a él y que se mueve con rigidez. Sin embargo, ejecuta su rutina cotidiana negándose rotundamente al uso de algún otro soporte exterior. “Con los masajes he podido soportar la presión de la prótesis, con los ejercicios a manejarla y con la terapia a asumirla. Ahora puedo andar casi, casi como antes”. Asegura además que usar una prótesis a veces puede ser ventajoso. Cuando sale de rumba con su mujer puede cambiar, si de eso se trata, una chillona salsa por un romántico vals; cosa que antes, “era imposible siquiera de pensarla”.

Los implantes no necesariamente son externos. Muchas veces los cyborgs criollos se encuentran entre nosotros y pasan absolutamente inadvertidos. Uno de ellos, por ejemplo, es Ana María de 26 años quien decidió, como toda la manada de mujeres alienadas por el culto al cuerpo, mejorar considerablemente la forma y el tamaño de sus senos. Para ello, recurrió al clásico implante de siliconas y a una supuesta cirugía menor. Un corte en el pezón, un par de bolsas de silicona y un peeling ad portas son los pasos para tener un par de agradables y redondeadas mamas. Para ella, este cambio radical no fue nada molesto, y pese a estar consciente de tener un elemento extraño en su cuerpo, muchas veces lo experimenta como parte de sí misma. “De hecho, los primeros días sientes que los senos te pesan como no tienes idea, incluso yo me los sostenía con las manos porque sentía que se me iban a caer. Pero, conforme pasa el tiempo y te haces diversos masajes, las cosas van mejorando hasta que te acostumbras”.

Los implantes internos no se limitan sólo a mejorar la estética, sino también las funciones del cuerpo. Las prótesis dentales, por ejemplo, utilizadas en el mundo antiguo y luego por los nobles del medio evo, son la alternativa más cómoda y funcional para quien quiera recuperar o mejorar su estado maxilar. Para la señora Lourdes, de ochenta y dos años, usar la prótesis fue todo un reto. Cuenta que al principio la presión de la corona le resultó fastidiosa y extraña, le incomodaba para hablar o para comer. Pero con el tiempo su cavidad bucal se adaptó. Ahora esos dientes postizos son como si fueran parte de ella misma. Es por ello que quizá, el sacárselos o limpiarlos le resulta siempre un tanto incómodo. Cuenta la señora Lourdes que para ella es antiestético ver sus dientes flotando dentro de un vaso. Incluso, su limpieza le parece a veces vergonzosa. “cuando estoy en un baño público, espero que haya poca gente para limpiar mi dentadura y, cuando no hay remedio, me la quito y finjo lavarme las manos con ella dentro. Es bochornoso no porque evidencie que soy vieja, sino porque siento que una parte de mí está fuera de su lugar”.

Con frecuencia, las prótesis pueden jugar malas pasadas. De hecho, es extraño tropezarse con una pierna falsa o saludar sin sentir el apretón de manos; pero de todas, la más graciosa, debe de ser perder la dentadura mientras se hace el amor. Sin embargo, ya sea por un accidente o por el paso del tiempo, todos estamos irremediablemente condenados a ser una suerte de cyborgs. Desde gafas y bastones, hasta dentaduras postizas, bisoñés y auriculares, el hombre se las ingenia para sustituir sus carencias y mejorar su aspecto.



Con el apoyo de Emilie Kesch
Publiocado en Día30