lunes, 16 de noviembre de 2009

Aclaración

Los siguientes textos son la opinión acerca de las obras del empresario Nano Guerra, quien ha logrado convertirse en la celebridad de la literatura de la sociedad peruana neoliberal; sociedad que al parecer, le gusta ser arriada tiernamente por una neocorriente de las letras, conocida como Autoayuda.

Los argumentos, paridos gracias a una consciencia social definida, son sobre todo un arma de defensa a disposición de la clase trabajadora, aquella que acoge a los ciudadanos considerados como tercera categoría, quienes soportan, sin consulta previa ni derecho a la abstención, el "privilegio" de ser pagados para aprender a obedecer y callar.

Se espera entonces, que estas líneas generen el sano ejercicio de discernir una verdadera identidad que promueva la lucha comprometida del pueblo para lograr su verdadera emancipación.

DE LOS SECRETOS NO MUY OCULTOS - A propósito de "Secretos del Carajo"

Los estudiantes hemos interpretado los doce secretos registrados en el libro del señor Guerra como mandamientos traídos de la montaña, redactado por un dios mesiánico que arría tiernamente a sus borregos. Algunas veces, incluso, se repiten las propuestas cual evangelio de un barato catecismo.

En Secretos del Carajo el autor lanza doce pasos –producto de la condensación experimental de algunos nuevos capitalistas –que son interesantes para el sector empresarial en, particular, y para la vida, en general. Ejemplifica a los caballeros del desarrollo y aplaude su meritorio proceso evolutivo en el truculento mundo de los negocios.

Se habla de autoestima, de tener claro lo que se quiere, de ofrecer un producto, de saber a quién y dónde se le vende, de vivir apasionado en el día a día de las ventas, de ser creativos, novedosos, ilustrados y de llevar bien puesta la camiseta de la patria. Ingredientes que, según afirman los empíricos del comercio, son elementales para el éxito emprendedor.

Estoy de acuerdo con casi todos los pasos. Creo que interpretándolos y dándoles un buen uso, pueden generar interesantes resultados. Sin embargo, el autor debió ser un más sincero con sus clientes y redactar un prefacio de advertencia en su obra.
Dentro de este prefacio, podría haber incluido los siguientes puntos:
Primero. Guerra debió dejar claro que sus pasos son sólo una de las muchas estrategias de superación y que el hecho de que hayan generado buenos resultado con doce personas, no garantiza, en absoluto, que la victoria será la nueva constante, ya que el peruano, pese a tener fama de astuto, sufre de una gravísima y cándida credulidad.

Segundo –aunque sé que el párrafo de esta idea pondría en riesgo la venta de uno u otro libro –, el autor debió aclarar que, el hecho de que el Estado haya sido el padre holgazán de la sociedad peruana, no se escusa la dejadez de sus hijos al dejarlo podrir. En todo caso, si tanta fidelidad se tiene al emprendedurismo individualista, debió de ser más valiente y proponer una alternativa de eliminación de este viejo parásito –¿anarquía?, ¡qué horror! –o apelar a la autocrítica y plantear la reestructuración de un Estado que en su caso pueda ser útil, mediante el cumplimiento de sus obligaciones y regulaciones, al mundo empresarial.

Tercero –definitivamente esta idea desencadenaría la no publicación de su libro e incluso que los televidentes cambien de canal los domingos a las 6 pm, enterrando radicalmente la emprendedora carrera del analista, pero era justo y necesario quedar bien con la nunca pasada de moda ética –, a Nano Guerra se le escapó la importantísima aclaración de que NO TODOS PUEDEN NI DEBEN DE SER EMPRESARIOS PARA ALCANZAR EL DESARROLLO Y EL ÉXITO EN SUS VIDAS, pues en las sociedades JAMÁS HABRÁ ESPACIO PARA QUE TODOS LO SEAN.

El ser humano, como casi todas las especies, ha creado sus sociedades a partir de una cadena que funciona a través de un proceso cíclico. La producción, el campo fuerte del empresariado, obedece fielmente esta regla: por cada empresario emprendedor, existe un grupo de cientos de obreros, campesinos, artesanos, ajustadores de tuercas, peladores, carpinteros, barrenderos, lustra botas, choferes y cuanto otro trabajador no empresario que tienen el DERECHO A QUE SU TRABAJO SE RESPETE Y SE LO VALORE EN IGUAL PROPORSIÓN QUE AL EMPRESARIO a través de un buenos contratos y sueldos, no de un focus groups. El mundo empresarial y el señor Nano Guerra NO ESTÁN OBLIGADOS A DESVIRTUALIZAR ESTE FIN SUPREMO.

Las sociedades están obligadas a promover esta vía de superación. Si bien el autor no es un sociólogo ni está en campaña política, debió aclarar este asunto en el supuesto prefacio, aplaudir a los impulsadores del mundo empresarial y hacer un llamado a los gerentes para que sean derechos desde adentro, desde la empresa, mediante el respeto a los contratos laborales, al sueldo justo, al pago a tiempo, al seguro médico, a la apertura de sindicatos y al respeto por su trabajo.

Finalmente, al principio dije que estaba de acuerdo en casi todos los pasos y es porque no creo en el secreto de Acurio. No acepto y mucho menos amo algo tan subjetivo como la patria. Un concepto, además, creado por unos pocos para adormecer a varios, muchos ¿Qué de igual tenemos nosotros con el dueño de un banco además de haber nacido en el mismo espacio geográfico?

Creo más bien en la identidad socioeconómica y estoy seguro de que promoviendo este concepto, el significado que abarca la palabra emprendedor pase de individualista a colectivo.

IMPERIALIZADOS, COLONIZADOS Y GLOBALIZADOS: A propósito de "La historia de María"

Hay dos sucesos históricos, dentro de las cosas producidas por la Europa, que lamentablemente en la sociedad peruana no se penetró: La Ilustración y Mayo del 68.

La consecuencia del primero, como lo diría hace un siglo José Carlos Mariategui, fue la instauración de una burguesía feudal que gozó exquisitamente los beneficios de este nuevo estilo de vida y obvió la vanguardia intelectual que se cosechaba desde el siglo XVIII en el viejo mundo; siendo así una clase social abusiva y retrógrada. La segunda, causada por la negación a las reformas setenteras que se vivían en casi todo el mundo es el neoesclavismo a las minorías sociales que, si analizamos cuidadosamente, resultan ser las mayorías demográficas.

El sometimiento y la actitud servil que hoy nos caracteriza a los peruanos, es fruto de la trágica actitud de amurallarse a las reformas que eran luchadas por el Feminismo, la Teología de la Liberación, el Movimiento Negro, el Movimiento Hippie y el Socialismo.

Como fruto del estancamiento masivo en la intelectualidad del país, se desarrolla para nuestra generación –acreedora de duros adjetivos que resumen nuestro autismo social, escasez de solidaridad y tendencia por la depredación ecológica –el clásico estereotipo servil que el empresario y autor de manuales de “emprendimiento financiero” bosqueja en el personaje principal de su última obra, “La historia de María”.

María, mujer, pobre y, seguramente, muy cobriza, afirma a lo largo de su historia que la servidumbre es la clave del éxito en el mundo comercial. En la actualidad, el neoliberalismo ha fomentado un mercado tan desenfrenado, que debido al exceso de ofertantes, el consumidor –consumista, además –tiene el poder de imponer sus condiciones y dar la última palabra, pues si la empresa no lo satisfacen, tendrá todo el derecho de patalear, gritar o simplemente voltear a su derecha y escoger entre las cien mil manos que a su alrededor le ofrecerán lo que cree desear y mucho más.

Los nuevos empresarios han llegado a tal barbarismo de saturación del mercado, que han sobrevalorado la importancia de la clientela, como si esta fuera la única pieza que garantiza el éxito empresarial, olvidando a sus trabajadores y que sin ellos, NADA habría para ofrecer a la demanda.

Este hecho ha desencadenado una constante explotación en los trabajadores de dichas empresas: realizar masivamente productos a bajo precio, ha sido sostenible sólo gracias a las políticas que apañan el subsueldo de los obreros, campesinos y personal de las empresas. De igual forma, el de estos consorcios es posible gracias al reclutamiento de personal que trabaja sin un contrato previo o con uno que no garantiza nada, a la supresión de un seguro social, a la prohibición de formar agrupaciones organizadas y a la sumisión servil que garantiza un "aprendizaje experimental" como tierno complemento al devenir de sus vidas.

Pero los trabajadores no trabajan para soportar estas políticas laborales y "aprender" de ello mediante una sorpresiva enseñanza de la vida, como lo afirma María. El campesino trabaja ocho horas, el obrero diez y el empleado cerca de catorce para ganar un sueldo que soporte su estilo de vida y el de su familia, estilo que muchas veces se limita a la sobrevivencia diaria.

María, si dejara de reconocerse como sirvienta y empezara a aceptarse como proletaria, en sus historias, exigiría a los empresarios que los trabajadores deben tener sueldos dignos y contratos que los respalden; alentaría a los suyos a formar sindicatos que sean nexos de comunicación, enseñaría de garantías y remuneraciones. Sólo así se puede hacer un sano intercambio de objetos –entiéndase también servicios –entre la empresa y el cliente, en lugar de una vergonzosa sumisión.