miércoles, 16 de febrero de 2011

Profecía de Chilam Balam (Anónimo, con la firma del pueblo indio de México)



A fines del siglo XV
un sacerdote indígena de Yucatán
lanzó una profecía negra
y una profecía roja.

Chilam Balam,
el sacerdote jaguar,
escuchó y transmitió
el mensaje de los dioses.

Ellos le hablaron a través del tejado;
montados,
ahorcajada sobre sus casas
en un idioma que nadie más
podía entender.

Echado en la estera,
Chilam Balam
fue capaz de recordar
lo que todavía no había ocurrido.

Los dioses se lo contaron
en vísperas de la conquista española.
El sacerdote,
que era boca de sus dioses,
anunció:

“Dispersados serán por el mundo
las mujeres que cantan
y los hombres que cantan
y todos los que cantan.

Nadie se librará,
nadie se salvará.
Mucho ahorcar habrá
y mucha será la carga de miseria
en los años del imperio de la codicia.

Habrá muerte súbita
y vómitos de sangre
y grandes montones de calaveras.
Bullir de guerras y años de langostas.

Los hombres esclavos han de serse,
serán ahorcados los jefes,
los príncipes, los profetas, los sacerdotes.
Perdida será la sabiduría verdadera.

Alzarán el cuello las ratas para morder,
alzarán el cuello las víboras para morder,
triste estará el rostro del sol,
se despoblará el mundo,
se hará pequeño y humillado”.

Pero no terminó allí
la profecía de Chilam Balam.
El sacerdote jaguar de Yucatán
también anunció:

“Vendrá el tiempo
en que se levantarán en pie de guerra
los viejos y las viejas,
los niños y los valientes hombres.

Se levantarán el palo y la piedra para la pelea;
morderán a sus amos los perros,
las ratas se devorarán entre sí,
los de tronos prestados,
los usurpadores,
vomitarán lo que traguen:

muy dulce, muy sabroso
será lo que traguen,
pero lo vomitarán.

Abandonarán el trono prestado
y se irán a las lejanías,
a los confines del agua
y ya no habrá devoradores de hombres.

Y entonces,
cuando termine la codicia,
se desatará la cara,
se desatarán las manos,
se desatarán los pies del mundo".

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