El siguiente texto no busca criticar a la Universidad César Vallejo en particular, sino a las empresas maquilladas de académicas en general. El sujeto fue elegido de manera circunstancial, siendo el pretexto para la crítica sistemática
La humanidad, en su nueva etapa socioeconómica –aquella que iniciada en 1989 –asumió ciertas manías que nunca, en toda su historia civilizada, lo había hecho. Para algunos, dicha etapa –aunque ya viene agotándose – es la más productiva que jamás se haya registrado; otros, por un análisis mesiánico o por los resultados que se vienen registrando, lo anuncian como el apocalipsis financiero y para el resto, o sea, los de mi generación en adelante, ni siquiera es percibida y se asume el actual sistema socioeconómico de la misma forma que la necesidad del oxígeno: desde siempre ha sido así.
Dichas actitudes nos han llevado a reconocer, rechazar o ignorar ciertas políticas sociales. Sin embargo, una charla dictada por los asesores de imagen y ventas de la Universidad Privada César Vallejo, ha hecho recordar los nuevos negocios y con ello, criticar el estilo de vida de un ser humano neoliberal.
En la actualidad, poco o nada se discute sobre el fin supremo de las universidades –ni si quiera la definición que llevó a fundarlas –y se entiende la actual estructura académica al igual que el actual sistema socioeconómico: desde siempre ha sido así.
Pero no siempre ha sido así. Antes de 1989, la universidad tenía un solo fin: generar el pensamiento universal. De existir un espacio nombrado como tal, se realizaba en éste la formación del pensamiento universal –según la definición de universo que tenía la sociedad –a cualquier costo y bajo la aceptación de todos los individuos.
Hoy, el nivel de financiamiento ha bajado: la libertad para fundar una universidad se ha democratizado y ahora cualquier empresario puede emprender el oficio del negocio en el sendero de la educación. Esto, sin embargo, ha generado una duda respecto a la educación, ya que, siendo permisibles a democracia individual ¿no se amenaza de fractura o desaparición a la democracia social?
Desde el punto de vista empresarial, la UCV es un negocio verdaderamente exitoso. La organización de la empresa es tan magnífica que, a un bajo costo, genera grandes beneficios. Los responsables de la captación de clientes –no estudiantes –afirman que el secreto del éxito de las ventas se debe a la audacia y la vehemencia. Audacia, lo dicen, porque hay que ser temerario para ir de puerta en puerta ofreciendo un nuevo producto careciendo instrumentos para garantizar su calidad. La vehemencia, por otra parte, se interpreta como la insistencia y persuasión sobre el "público objetivo".
Debe ser efectiva su fórmula, pues en los últimos diez años, la César Vallejo ha crecido a tal punto, que está ubicada entre las universidades peruanas con mayor densidad estudiantil; además, como semillero de nuevos clientes, mantiene dos negocios de estrecha relación con el primero: el jardín de infancia Clementina Acuña y el equipo de fútbol de la UCV. Para cerrar la obra maestra, la UCV se maneja con un solo dueño; así, el funcionamiento de la empresa se hace menos burocrático y la generación de ganancias más efectiva.
Si entendemos a la educación como una tonelada de espárragos empaquetados o como fardos de algodón, podríamos asegurar que el sector educativo y la empresa privada son aliados cooperativos. Pero sabemos que la educación es más que un conjunto cifras de ganancias y clientes captados.
Desde la definición que llevó a fundar las universidades, la democratización de la educación como medio empresarial es un peligro que atenta directamente contra su objetivo fundamental, pues para educar con verdadera calidad, la inversión debe ser fuertísima y las ganancias retroalimentarias.
Sin embargo, con la existencia de un dueño, este círculo se vuelve una línea vertical y el fin supremo de la universidad que, en los tiempos previos al 1989, era generar el pensamiento universal y, desde 1968, volverlo útil para la práctica social quedan exiliados.
Con la aparición de un empresario, la universidad pierde su autonomía financiera y el fin supremo pasa a segundo o último plano, ya que el nuevo objetivo es generar ganancias a través de la educación y no formar gratuitamente, como derecho y no como servicio, a los nuevos dirigentes de los distintos espacios sociales.
Viéndolo así, queda claro entonces que universidad y empresa no son compatibles por sus propias naturalezas y por los fines supremos que ambas persiguen.
Aclarando dichas perspectivas, quedan dos opciones para los dueños de estas nuevas universidades de pensamiento universal enclenque. El primero, ser sincero con sus conciencias y la humanidad al rescatar en la acción los objetivos de una universidad o, el segundo, hacer de cuenta que este texto no fue escrito, que aquí nada pasa y salir a tocar las puertas con mucha audacia y algo más de vehemencia.
martes, 2 de febrero de 2010
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