El que no es socialista a los veinte no tiene corazón, y el que lo sigue siendo a los treinta no tiene cerebro: sostuvo Winston Churchill, político de la Inglaterra industrial, y hace poco lo ha repetido Diego De la Torre, como Presidente de la 45 Conferencia Anual de Ejecutivos (CADE 2007).
En esta última CADE, un reducido grupo de empresarios se reunió para hacer un balance de la situación económica del país y decidir su futuro. Los ejecutivos alegaron satisfechos que en el Perú se proyecta una economía tan fantástica que dentro de veinte o treinta años podrá compararse con la de España, Inglaterra o Portugal. Para ello, según su punto de vista, debemos actuar con el cerebro y no con el corazón; es decir, el Perú debe suscribirse al espíritu neoliberal que caracteriza al mundo moderno.
Entre los expositores estuvo el propio Presidente de la República, Alan García Pérez. En su discurso, García recalcó que el Perú se ha convertido en un verdadero paraíso para la inversión privada, gracias a la bonanza económica que hoy lo caracteriza. Habló de sus proyecciones respecto a una mayor exportación de petróleo (se asegura que en dos años los diecinueve contratos de exportación duplicarán sus cifras), sin importarle los efectos medioambientales que esto pudiera traer. Recalcó el tema lanzando la “primicia” de que para el 2011 dos petroquímicas, valorizadas en cien millones de dólares, invertirán en el país y generarán más trabajo. De invertir ahora, sostuvo, dentro de quince años las empresas triplicarán sus ganancias, por lo que éste es el momento para darlo todo por el país, económicamente hablando.
El Perú avanza, fue la frase con la que terminó cada una de sus ideas el Presidente García. Entre otras cosas, advirtió que el tan maléfico pesimismo de los seudosocialistas (¿?), quienes afirman que cada día estamos peor, sería la razón para proyectar un futuro fatalista y negativo para el país. ¿De qué podemos quejarnos si en los últimos diecisiete años la desnutrición infantil ha disminuido en un 15%? ¿Cómo los seudosindicalistas (otra palabra del diccionario Garciano) se atreven a quejarse, si ahora más muchachos del “pueblo” pueden ser profesionales de éxito graduados en escuelas y universidades? ¿Cómo se nos ocurre pensar que el Perú está condenado a ser conquistado por un nuevo Pizarro, si ahora somos un nuevo centro de inversiones en el mundo?
Es obvio que éstas sólo son preguntas retóricas. Aceptar que hemos errado y que no tenemos ninguna razón para protestar sería, según él, lo correcto. Sin embargo, el Presidente no ha considerado que hoy por hoy más de la cuarta parte de los peruanos se encuentra en un estado de desnutrición crónica (razón no de vergüenza sino de acción), que casi el cincuenta por ciento de habitantes carece de agua potable, luz, pistas, casas y en algunos casos un suelo donde vivir (aún cuando sean “cultos” ciudadanos recibidos en las universidades del país) ni que el noventa por ciento de obreros y campesinos trabaja sin contratos, salario digno, seguro social, respeto a sus ocho horas de trabajo y otras prerrogativas que les corresponden como trabajadores. Sin duda, el presidente recurre a la estadística maquillada para crear una realidad socio- económica abstracta que de ninguna manera corresponde a la realidad fáctica. Ghandi afirmaba, con ironía, que si alguien atraviesa un río cuya profundidad es de un metro cincuenta, puede morir ahogado. Valdría la pena que el Presidente García tenga en cuenta esta gran verdad.
El Perú avanza, pero… ¿quiénes son los beneficiados? No pretendo ser seudosocialista, fatalista, pesimista, comunista o terrorista -adjetivos que, desgraciadamente, solemos entender como sinónimos-. Sin embargo, considero que el Perú no avanzará hasta que tenga definidas sus clases sociales.
En esta última CADE, un reducido grupo de empresarios se reunió para hacer un balance de la situación económica del país y decidir su futuro. Los ejecutivos alegaron satisfechos que en el Perú se proyecta una economía tan fantástica que dentro de veinte o treinta años podrá compararse con la de España, Inglaterra o Portugal. Para ello, según su punto de vista, debemos actuar con el cerebro y no con el corazón; es decir, el Perú debe suscribirse al espíritu neoliberal que caracteriza al mundo moderno.
Entre los expositores estuvo el propio Presidente de la República, Alan García Pérez. En su discurso, García recalcó que el Perú se ha convertido en un verdadero paraíso para la inversión privada, gracias a la bonanza económica que hoy lo caracteriza. Habló de sus proyecciones respecto a una mayor exportación de petróleo (se asegura que en dos años los diecinueve contratos de exportación duplicarán sus cifras), sin importarle los efectos medioambientales que esto pudiera traer. Recalcó el tema lanzando la “primicia” de que para el 2011 dos petroquímicas, valorizadas en cien millones de dólares, invertirán en el país y generarán más trabajo. De invertir ahora, sostuvo, dentro de quince años las empresas triplicarán sus ganancias, por lo que éste es el momento para darlo todo por el país, económicamente hablando.
El Perú avanza, fue la frase con la que terminó cada una de sus ideas el Presidente García. Entre otras cosas, advirtió que el tan maléfico pesimismo de los seudosocialistas (¿?), quienes afirman que cada día estamos peor, sería la razón para proyectar un futuro fatalista y negativo para el país. ¿De qué podemos quejarnos si en los últimos diecisiete años la desnutrición infantil ha disminuido en un 15%? ¿Cómo los seudosindicalistas (otra palabra del diccionario Garciano) se atreven a quejarse, si ahora más muchachos del “pueblo” pueden ser profesionales de éxito graduados en escuelas y universidades? ¿Cómo se nos ocurre pensar que el Perú está condenado a ser conquistado por un nuevo Pizarro, si ahora somos un nuevo centro de inversiones en el mundo?
Es obvio que éstas sólo son preguntas retóricas. Aceptar que hemos errado y que no tenemos ninguna razón para protestar sería, según él, lo correcto. Sin embargo, el Presidente no ha considerado que hoy por hoy más de la cuarta parte de los peruanos se encuentra en un estado de desnutrición crónica (razón no de vergüenza sino de acción), que casi el cincuenta por ciento de habitantes carece de agua potable, luz, pistas, casas y en algunos casos un suelo donde vivir (aún cuando sean “cultos” ciudadanos recibidos en las universidades del país) ni que el noventa por ciento de obreros y campesinos trabaja sin contratos, salario digno, seguro social, respeto a sus ocho horas de trabajo y otras prerrogativas que les corresponden como trabajadores. Sin duda, el presidente recurre a la estadística maquillada para crear una realidad socio- económica abstracta que de ninguna manera corresponde a la realidad fáctica. Ghandi afirmaba, con ironía, que si alguien atraviesa un río cuya profundidad es de un metro cincuenta, puede morir ahogado. Valdría la pena que el Presidente García tenga en cuenta esta gran verdad.
El Perú avanza, pero… ¿quiénes son los beneficiados? No pretendo ser seudosocialista, fatalista, pesimista, comunista o terrorista -adjetivos que, desgraciadamente, solemos entender como sinónimos-. Sin embargo, considero que el Perú no avanzará hasta que tenga definidas sus clases sociales.
Es falsa la idea que sustenta el señor García: las empresas están llamadas a dar limosnas a sus trabajadores. En el mundo “formal-laboral”, los empresarios tendrán siempre distintas necesidades y aspiraciones que los obreros. Por lo tanto, aquéllos jamás darán a éstos un centavo por caridad, pues eso no corresponde a su naturaleza. En el mundo formal y laboral de la Europa burguesa del ochocientos, sin llegar a la alienación, el cambio beneficioso que hubo fue porque los obreros exigieron sus derechos y el sistema, a costa de ajustes, tuvo que aceptarlos. El empresario no tiene por qué manejar el sistema socio - económico del país como si éste fuera su hacienda y él el capataz. El país debe ser manejado por normas y leyes que satisfagan de manera homogénea las necesidades de las diversas clases sociales. La alternativa más importante para que el Perú verdadermente avance está en la consolidación del Estado; en la asunción de los roles proteccionistas que le corresponden y no en las desaforadas inversiones.
Ochenta años atrás, Mariategui había identificado al Perú como una sociedad semi - feudal. En la actualidad, las cosas no han cambiado mucho. Nuestra falsa burguesía tiene mentalidad de hacienda y está dispuesta a beneficiarse sin importarle su país, la identificación con su gente y la materia prima que existe en ella. Ante esta problemática, Mariategui, muy lúcidamente, propuso convertir a la burguesía semi - feudal en una burguesía orgánica. Esta burguesía orgánica tendría como punto de partida su integración a una sociedad donde la producción y las ganancias estarían en función del bienestar nacional.
Una burguesía con mentalidad de hacienda nos estancará de peor manera que los negativos comentarios de los "pesimistas" o las rebeliones de los "seudosindicatos". La CADE no es negativa en sí misma. Lo que la hace negativa es su carácter excluyente. El Estado, debería promover también una Conferencia Anual de Campesinos, una de Obreros y una de Artesanos, en las que participen con su beligerancia como sindicatos. Su concepto ha sido malinterpretada y manoseada de tal manera que lo asociamos con el terrorismo y los lamentos. Por ello, los sindicalistas deben concebirse como una agrupación de productores, con todo lo que esto significa en términos de desarrollo técnico e integración socio - económica.
El hombre es un ser que busca alcanzar su individualidad, pero paradójicamente no puede lograrlo sin integrarse al grupo social. Las sociedades avanzan cuando sus clases sociales están bien definidas, se identifican con su entorno, exigen sus derechos y cumplen con sus obligaciones. De no haberlas, la idea de un empresariado paternalista nos invadirá a tal punto, que estarmos convencidos de que la mejor solución es la modernización de la esclavitud.
Ochenta años atrás, Mariategui había identificado al Perú como una sociedad semi - feudal. En la actualidad, las cosas no han cambiado mucho. Nuestra falsa burguesía tiene mentalidad de hacienda y está dispuesta a beneficiarse sin importarle su país, la identificación con su gente y la materia prima que existe en ella. Ante esta problemática, Mariategui, muy lúcidamente, propuso convertir a la burguesía semi - feudal en una burguesía orgánica. Esta burguesía orgánica tendría como punto de partida su integración a una sociedad donde la producción y las ganancias estarían en función del bienestar nacional.
Una burguesía con mentalidad de hacienda nos estancará de peor manera que los negativos comentarios de los "pesimistas" o las rebeliones de los "seudosindicatos". La CADE no es negativa en sí misma. Lo que la hace negativa es su carácter excluyente. El Estado, debería promover también una Conferencia Anual de Campesinos, una de Obreros y una de Artesanos, en las que participen con su beligerancia como sindicatos. Su concepto ha sido malinterpretada y manoseada de tal manera que lo asociamos con el terrorismo y los lamentos. Por ello, los sindicalistas deben concebirse como una agrupación de productores, con todo lo que esto significa en términos de desarrollo técnico e integración socio - económica.
El hombre es un ser que busca alcanzar su individualidad, pero paradójicamente no puede lograrlo sin integrarse al grupo social. Las sociedades avanzan cuando sus clases sociales están bien definidas, se identifican con su entorno, exigen sus derechos y cumplen con sus obligaciones. De no haberlas, la idea de un empresariado paternalista nos invadirá a tal punto, que estarmos convencidos de que la mejor solución es la modernización de la esclavitud.
3 comentarios:
Asistì alguna vez al CADE y mi visiòn y opiniòn no varìa mucho despuès de leerte.
Un abrazo.
Muy bien, Jimmy!
Haz desarrollado tus ideas con buenos argumentos y tu prosa va mejorando cada vez más!
Sigue así...
Cariños,
Andrea.
Ahora paso a comentar tu texto. Por un lado, me parece excelente que se esté invirtiendo más en el país, prueba de ello es la CADE del año pasado y la próxima APEC (que reunirá en Trujillo a los principales economistas del mundo).
El problema es que mucho de este dinero se pierde en el camino, es decir, los malos manejos de los políticos permiten que las "mejoras" no lleguen a todos los sectores de la población. Pero lo bueno es que ahora hay más gente con poder adquisitivo, lo que le permitirá mejorar su calidad de vida.
No olvidemos el medio ambiente. A más industrias, más contaminación, y ahora que el mundo pende de un hilo por el calentamiento global, el Perú debería tener un tratado que le permita regular la estabilidad del medio ambiente.
Besos,
Andrea.
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